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Haraganes, tristes, críticos no constructivos y pesimistas son algunas de las características negativas que muchos encuentran en la idiosincrasia nacional. ¿Mitos o verdades? GABRIELA VAZ
Los brasileños son alegres, los japoneses trabajadores, los alemanes estrictos, los franceses elegantes, los argentinos cholulos, los uruguayos…. ¿Cómo son los uruguayos? Haciendo a un lado las banderas de solidaridad, modestia y educación -siempre prontas a flamear en publicidades de yerba y hasta propagandas políticas- cuando se habla de "uruguayez" la connotación no suele ser positiva. Y aunque a veces generalizar suena injusto, lo cierto es que todas las sociedades crean una personalidad común, un patrón que los integra y les da identidad. La crítica no constructiva, la desconfianza en el que tiene éxito, el afán por pasar desapercibido, el miedo a sobresalir, la justificación constante para el error, el estancamiento, la falta de perspectiva, la dejadez, la siesta permanente; para muchos, esas características son parte vital de la idiosincrasia uruguaya y explicación de su historia, una suerte de círculo vicioso que no le permite crecer. INDOLENTES. "En este país, escupís, volvés a los diez años, y la escupida sigue en el mismo lugar", respondía Tabaré cada vez que regresaba de su exilio voluntario en España, y sus amigos le preguntaban cómo veía a Uruguay. Para él algo es claro: acá las cosas no cambian porque, aunque puede haber voluntad de palabra, la "pachorra" puede más. Y a decir verdad, esa característica, que todos los consultados encuentran innegable, acompaña al país desde su propia génesis. Cuando el historiador Leonardo Borges comenzó a investigar sobre la etapa fundacional de Montevideo, se dio cuenta de que una palabra se repetía constantemente en las crónicas de la época: indolencia. En varios documentos, los extranjeros relataban, sorprendidos, la pereza de las mujeres que apenas se movían para bailar o la de quienes pedían limosna a caballo. Los ejemplos remiten a una escena que, siglos más tarde, graficó Jorge Lanata. Luego de fallidos intentos de realizar un programa de televisión en Uruguay, el periodista argentino explicó por qué se le hizo tan difícil desempeñarse en el país: "(Acá) Da lo mismo laburar bien que mal. Voy a dar un ejemplo que puede resultar tonto y no quiero decir que todos sean así, pero he visto cámaras laburar sentados. Un cámara tiene que estar parado porque un programa necesita diferentes tomas". Pero parece difícil cambiar algo que se arrastra hace casi 300 años. Para Borges, esa actitud tiene dos raíces. En primer lugar, el principal contingente de inmigrantes que pobló Montevideo vino de las Islas Canarias e, investigando, el historiador descubrió que los canarios tenían ya un largo antecedente de indolencia, incluso desde los guanches (habitantes primitivos de las islas). Y por otro lado, para esos primeros pobladores, la mesa estaba servida. No debían esforzarse para conseguir nada porque, o bien con el fin de incentivarlos a quedarse se les daba todo, o bien podían aprovechar la abundancia de aquella "edad del cuero", al decir de Zum Felde, donde el sustento se obtenía muy fácilmente. "En sus primeros años Montevideo era una fiesta. Los capitanes tenían que juntar a los marineros porque se querían quedar. Era muy tentador ese ambiente paradisíaco en el que no hacías nada. Un francés plantea en una crónica: `los montevideanos tienen una costumbre que no entiendo: después de comer se acuestan y duermen. Lo hacen incluso los más pobres, que no viven más que de sus manos`. El tipo está planteando en 1763 que se dormía siesta y le parece rarísimo. Porque si los ricos quieren dormir siesta, todavía. Y uno piensa que la siesta como algo sagrado es normal. Eso es la indolencia: la ley del mínimo esfuerzo. Así se genera una personalidad de Montevideo y, a la larga, del Uruguay". En una encuesta realizada por Interconsult, el 60% de los uruguayos opinó que la riqueza existe y solo hay que distribuirla, contra un 37% que cree que hay que generarla. Para Juan Carlos Doyenart, director de la consultora, eso se explica en la inmigración ("llegaron a un país donde la riqueza estaba ahí, sólo había que tomarla"), pero también en factores más recientes. De hecho, muchos son los que responsabilizan al Estado benefactor de José Batlle y Ordóñez de crear una sociedad mediocre, una burguesía ineficiente y una clase media que se ajustaba al amparo de la dádiva política. "Tuvimos un gran mal, que fue un Estado benefactor muy temprano. Eso y las condiciones en las cuales el país creció y se enriqueció, son factores que ayudan a que hoy la sociedad uruguaya no sea productiva. Además de esa subvención estatal, el período de crecimiento y enriquecimiento del país se hizo sin mucho esfuerzo. Las condiciones internacionales fueron extremadamente favorables por lo cual con poco podíamos colocar productos nacionales en el exterior a precios muy altos. Así fuimos prósperos, y eso nos marcó", opina el politólogo. La idea de que lo natural es recibir fácilmente, o "de arriba", también pauta el escaso valor que se brinda a algunas cosas. El empresario Carlos Taran -director de la revista Freeway y productor de eventos tales como el Vox Pop o La fiesta final- decidió trasladarse a Río de Janeiro para continuar con proyectos en el exterior, ya que ahora necesita "reflexionar sobre el Uruguay, dado que lo quiero mucho y sinceramente me duele mucho ver como avanzamos hacia ninguna parte". Entre otros ejemplos para explicar esa postura, Taran cuenta que cuando organizó el área cultural de la pasada cumbre de presidentes (Iberoamérica CREA), se acordó que tocaría Jorge Drexler y, claro está, cobraría por ello. "Una persona de alto rango del gobierno y vinculada a la organización me dijo: `La verdad que no entiendo cómo Drexler, que le va tan bien, ganó el Oscar y tiene tanto dinero, puede cobrarle a su país por tocar`. Quedé tan extrañado por la postura, que le consulté si él sabía qué había hecho Uruguay para que Drexler estuviese en el lugar que está. Luego de unos minutos contestó: `Tiene razón Taran, lo único que hicimos fue ayudarlo a irse`. Creo que la postura inicial de esta persona sería la de la mayoría de uruguayos". Quizá a eso se refiere Doyenart cuando habla de la desconfianza en el éxito como otra característica que bloquea Uruguay como sociedad. "Muchas veces se penaliza, y quienes son exitosos tratan de disimularlo. Eso inhibe la iniciativa personal e innovación, ya que uno está inserto en un lugar con un afán muy igualitario y desconfía del que se destaca. Eso pauta que somos una sociedad muy mesocrática, donde a la gente no le gusta exponerse, exteriorizar sus logros, al contrario de Argentina". SEGUNDOS. La comparación con el país vecino es una constante a la hora de definiciones, y para algunos, con tantos denominadores comunes, cuesta entender diferencias tan amplias entre las idiosincrasias de ambas naciones. Y otra vez, la historia da algunas pautas. "Uruguay nació desapercibido. En una Convención Preliminar de Paz, Argentina y Brasil arreglaron su origen, con mediación de Inglaterra, y el país nació como quien golpea la puerta y pregunta `che, ¿ya soy independiente?` Nuestra cultura es la de algodón entre cristales y nuestro destino es provincial", dice el historiador Borges. Como si fuera paciente en un diván freudiano, la mentalidad del Uruguay puede explicarse en sus orígenes, cuando nació la competencia eterna con Argentina. "Montevideo se funda en 1724, casi 200 años después que Buenos Aires. Acá nadie quería venir. Después de los canarios, los que llegaron de Buenos Aires no eran vecinos de primera línea: Los Artigas, los Burgues, los Carrasco; gente con dinero pero no el patriciado porteño. Unos 30 o 40 años después de que se creó Montevideo, la capital del virreinato recayó en Buenos Aires, que a partir de entonces generó una idea de centralización que hizo que todo comenzara y terminara allí. Tiene aires de capital, y de `yo estoy por encima`. Montevideo nace en lucha con Buenos Aires, pero con todas las de perder. Nuestra idiosincrasia es `yo estoy segundo`". Parte de ese espíritu fue otro de los factores que apuntó el argentino Lanata luego de trabajar aquí. "Me parece que hay síntomas propios de Uruguay que lo hace un país difícil de gobernar. Por ejemplo, no existe el sentido de competencia". Algo muy similar señala el guionista de televisión y teatro Andrés Tulipano. "No es que no estemos capacitados para hacer grandes cosas, pero el medio condiciona ya que las expectativas y exigencias, generalmente, no son demasiado altas. Pasa en lo artístico, en lo empresarial y en lo deportivo. ¿Por qué los futbolistas uruguayos saltan más en Europa que aquí? Porque aquí alcanza con saltar treinta centímetros menos para cabecear un corner. La competencia de alto nivel en cualquier actividad, motiva". ¿EXCÉNTRICOS? El hecho de que la población sea de apenas tres millones es otro dato importante para explicar la idiosincrasia. "Estamos todos muy conectados, hay un gran control social", afirma Sonia Romero, directora del Departamento de Antropología Social de la Facultad de Humanidades. Pero más allá de eso, para la experta no todo es tan malo, ni mucho menos. "La queja es muy propia de Montevideo, pero no se debe confundir con bajón. No me parece que seamos más deprimidos que otra gente". Con una visión muy particular, la antropóloga asegura que estamos lejos de ser "grises". "Escribí un documento llamado Los excéntricos en la literatura latinoamericana, donde analizo un trabajo de Felisberto Hernández y planteo la excentricidad como un rasgo típico de los uruguayos. No creo para nada que nos podamos llamar "grises". No es así como nos ven los extranjeros: nos encuentran muy folklóricos, originales. Acá, por ejemplo, la gente difícilmente sigue una moda. No es por `chatura`, es por excentricidad. Si a mí me gusta llevar la boina de tal manera, me la pongo y no me importa que no se use". También la psicóloga Rasia Friedler, coordinadora del taller Saludarte, minimiza esas facetas negativas de los uruguayos, y considera que, en gran parte, se trata de mitos. "Así como creemos que somos grises, quejosos, pesimistas y haraganes, también creemos que somos un pueblo astuto, culto, de bajo perfil y hábil de `hacelotodos`". La terapeuta considera que es importante cuestionar los prejuicios, estereotipos y temores que tenemos con relación a nosotros mismos porque esas ideas suelen sustentar actitudes discriminatorias hacia otras formas de ser uruguayo y resultan autolimitantes. "La misma búsqueda de la identidad puede ser un viaje hacia la irracionalidad: la de concebir a la cultura uruguaya como unitaria y homogénea. Creo que si existe `la uruguayez` habría que buscarla en otro lugar, dirigiendo la mirada hacia sus realizaciones y aspiraciones", finaliza Friedler. La política asociada al pesimismo y la dejadez La historia política y económica del Uruguay tiene mucho que ver con la personalidad que el país ha desarrollado. Para el sociólogo Felipe Arocena, por ejemplo, el pesimismo reinante es bastante fácil de entender. "Hace 50 años que el país está en crisis, estancado en lo económico, con todas las repercusiones que eso tiene en otras áreas. Es un peso muy fuerte vivir en un país que no cambia. En Uruguay se ven las dificultades, pero no se perciben posibilidades de revertir la situación". Por eso mismo, entiende que la mentalidad nacional ha sufrido una involución. "El Uruguay de principios de siglo XX era muchísimo más optimista y alegre que el actual". El sociólogo cree, además, que la actitud de los políticos hoy no ayuda. "Si se empezara a percibir que los diferentes partidos tiran para el mismo lado, que no prima la desconfianza sino el interés en cooperar para salir de la situación en donde estamos, creo que podría haber repercusiones importantes a corto plazo. Pero cuando se ve que los fulanos se pelean con los menganos, y los menganos con los zutanos, y eso hace que estemos siempre en un punto cero, creo que es la mayor fuente del pesimismo actual", dice Arocena. VOTAR A LA URUGUAYA. Claro está que la idiosincrasia nacional no sólo es consecuencia de los vaivenes políticos, sino también su causa. De hecho, para el politólogo Juan Carlos Doyenart, así como el batllismo promovió la cultura del mínimo esfuerzo, eso mismo ayudó al triunfo de la izquierda. "Toda la vida, el relato de la izquierda fue que este país es rico, pero que la riqueza la tenían unas pocas familias. Por tanto, lo que había que hacer era tomar el poder y distribuir la riqueza. Después de tres años se han dado cuenta que no es así, pero el discurso era ese, muy sencillo, y satisfacía esa cultura uruguaya de no generar ni producir. A su vez, la historia seguía asociada al Estado benefactor de Batlle y Ordóñez. Por eso aún seguimos defendiendo cosas que parecen indefendibles pero tienen esa lógica atrás. Los uruguayos entendemos el pasado en forma equivocada, no sabemos nada del presente y no pensamos en el futuro". Humor y cultura entre grises "De los charrúas nómades y los inmigrantes nostálgicos salimos nosotros; ¿qué pretendés, una sociedad `pum para arriba`? De ese sentimiento de bajón generalizado se regodea el 95% de la creación artística nacional. Títulos como La fiebre amarilla, Barranca Abajo, o Cuentos de amor de locura y de muerte, son parte de las artes plásticas, dramaturgia y literatura nacional. Ese espíritu caló hondo en varias generaciones de creadores y ha llegado con buena salud hasta nuestros días". Andrés Tulipano, guionista. "Los uruguayos son muy divertidos, por algo estuve 15 años con Italia Fausta. Claro, hay felicidad escondida porque estar feliz es un pecado. Pero uno se ríe de esas características. Creo somos más divertidos de lo que aparentamos. El humor chabacano acá no funciona mucho. Somos una sociedad conservadora a todo nivel, pero hay algo escondido. Pero sí, suscribo totalmente que somos grises, pesimistas y quejosos. Es más, no diría que somos grises, sino marrones, que es peor". Omar Varela, director teatral. "Tenemos un problema de actitud. Somos ampliamente reactivos y no pro-activos, no actuamos en función de lo que pueda pasar, sino sobre cómo arreglar, y de forma fácil, lo que pasó. Las soluciones son egoístas e individuales. Otro problema es minimizar al otro cuando comienza a crecer. Cuando después de seis viajes golpeando puertas y enviando la Freeway a Argentina, logré armar un proyecto allá, un colega me dijo: `Che, qué suerte que tenés vos, siempre te caen las maduras!!!`". Carlos Taran, productor. "Como actriz de comedia, de ninguna manera podría decir que el uruguayo es gris. Sería injusta. Sí creo que se está viviendo un momento muy especial, político, social. Hay resentimiento, desilusión, signos de interrogación. Eso afecta el humor. Acá se da este diálogo: `¿Cómo te va?` `Bien, pero…`. Siempre hay un pero. Y te da bronca, porque después te enterás que no le está yendo tan mal. Hay pesimismo. Como actriz, no siento al público así. Como ciudadana, puede ser". Graciela Rodríguez, actriz.

1 comentario:

  1. Sencillamente impresionante. Rescato dos cosas: el hecho de que estemos todos conectados. Acá no podés hacer nada inesperado o sorprendente sin que te estén vigilando con cara de "¿Que carajo se cree que está haciendo este tipo?". Eso te tira muuuuy abajo. Y por otro lado, lo que dice Arocena. La basura política no ayuda en nada. Con la cultura política de mierda que tenemos en este país de que el gobierno y el estado hagan todo, vos ves a los que supuestamente te van a solucionar la vida y lo único que encontrás es un tinglado conventillero de ignorantes y corruptos.

    ¿Que podemos esperar que salga de todo esto? Lo único que puede salir es un país que agoniza.

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