miércoles

Solitos, nos metimos en un lío

Carlos Maggi

Mujica y Lacalle son hombres y como tales tienen virtudes y defectos, pero la alternativa a la cual me refiero, no es cosa personal, está antes de los valores individuales; la disyuntiva refiere al sistema.

Se sabe y quedó fuera de duda, con sus declaraciones en La Nación y en "Pepe Coloquios", que Mujica trata de desmontar un modo de convivir para instalar otro. La pugna electoral es pues, entre mantener el régimen en el cual estamos o destruirlo para iniciar otro régimen que nadie ha dicho como será.

En la Argentina, el director de La Nación, Natalio R. Botana, lo ve muy claro y lo dice muy bien:

-"De un lado de la balanza, hay una apuesta por la esperanza ínsita en la promesa democrática; del otro, la percepción de un caos a la latinoamericana, envuelto en una catarata verbal, que en los hechos conlleva síntomas de autoritarismo".

"La suma de estos recursos -poder, innovación, capacidad de incidir con eficacia en el rumbo de las cosas- está dibujando el perfil de Brasil luego de tres lustros de continuidad. Allí se ha producido una acumulación virtuosa de políticas que, en esta materia, contrasta con la manía destructiva de nuestro país". (La Nación, 15/10/2009).

COMENTO: No hay en las palabras de Botana, ni el menor comino de delirio persecutorio; hay prevención cierta de alguien que revisa la historia reciente de la América hispana y comprueba la coherencia de un proceso autoritario que brota y crece en una y otra y otra república.

En el 2009, se publicó "El giro republicano. Bases conceptuales del déficit democrático de América Latina" cuyo redactor principal es el uruguayo Adolfo Garcé. Es una publicación académica auspiciada por las Naciones Unidas (1). Allí se describen los problemas de fondo: América hispana y su propensión incesante a desmontar la democracia en función del mandón de turno.

El "yiro" republicano presenta un muestrario inteligente de los caminos que conducen a la prostitución constitucional. Sólo le falta a este libro valioso, el caso de la anulación de las leyes que inaugura el recurso por la anulación de la ley de Caducidad, en trámite en la República Oriental del Uruguay. Mediante ese recurso se sienta un antecedente hábil para destruir las bases de nuestro sistema democrático.

-"Se proyecta que el cuerpo electoral modifique la Constitución a tal grado, que se supriman los principios en los cuales descansa la propia Constitución" (2).

Jacques Derrida, un filósofo francés de nuestro tiempo, contempló la posmodernidad y para caracterizarla inventó un concepto nuevo: la deconstrucción.

La deconstrucción no es un sistema filosófico o político; es lo contrario de un aparato lógico, refiere a la actitud mental que lleva a desarmar lo establecido sin la menor preocupación por armar un sustituto.

La izquierda radical sabe contra qué va; pero no se sabe para dónde va.

Descalabrar la Constitución no les importa.

Hace unos días en un acto público, el senador Eduardo Lorier recurrió al amor a Lenin para levantar el ánimo: el auditorio se quedó callado y no fue por rechazar a Lenin, fue porque no les importa ningún personaje histórico.

Derrida (que bien pudo llamarse, Derribá) tiene razón; los que oían a Lorier están deconstruidos.

El viejo fantasma inventado por Carlos Marx, ganó en 1917 y abarcó la mitad del mundo y aún le quedan hilachas que siguen recorriendo, mantiene cierta vida después de morir pero no pudo retener la esperanza.

Los votantes del Partido Comunista creen que la lucha de clases sirve para mejorar el salario, y punto. Un sueño ralo. Estoy hablando de apagones culturales.

La magia de la meta prometida se rompió; por eso, los que creyeron de verdad están irremisiblemente tristes. Mujica no tiene futuro para venderles; si llegara a hablar de la salvación marxista, la gente se reiría. Cuando de pronto se destapa una de sus ideas de toda la vida y habla de expropiar la tierra, esa sola idea, borra de un plumazo la intención de no hacer ola.

¿Qué país que suprima la propiedad puede aspirar a recibir grandes inversiones capaces de multiplicar las fuentes de trabajo?

¿Qué país que suprima la propiedad puede vivir tranquilamente?

El Presidente Vázquez, cuando descalifica a Mujica no está atacándolo personalmente, está marcando el abismo que separa su posición política de la posición de Mujica. Toma distancia para no quedar como participando de un movimiento contrario al sistema republicano.

Rara ceremonia: los partidos tradicionales, en plena campaña, hacen una pausa y saludan al Presidente en la medida que es un defensor de la normativa constitucional vigente.

Mujica tiene todo el derecho a pensar como quiere, pero los partidos tradicionales, más el gobierno, más la gente toda, también tienen derecho a defender su libertad política y su modo de convivir.

El Dr. Tabaré Vázquez y su candidato Danilo Astori, seguramente perciben el futuro como una amenaza a la cual están encadenados. Saben que si el Frente gana, Mujica termina con el Frente. Habrá un quiebre en dos o más fracciones.

La maestría con la cual Vázquez manejó imponderables para sostener la unidad de una fuerza política integrada por doce partidos, es impensable cuando el conductor es radical. El pensamiento y sobre todo, la acción de los radicales no admite matices.

La consideración hacia los demás es propia de una concepción burguesa; lo que Fidel Castro llama la pluriporquería.

Mujica está más cerca de Chávez que de Vázquez, porque no perdona la tolerancia con los "enemigos del pueblo". Para ejercer el poder no basta con ganar el gobierno, hay que suprimir la oposición.

El Che Guevara habló en la explanada de la Universidad y trató de atenuar la ultranza uruguaya de los años sesenta; en ese momento, la izquierda viva rechazó el diálogo entre nosotros y estableció la violencia como el procedimiento más adecuado para resolver problemas entre uruguayos. Los socialistas eran bocamaros y los comunistas eran patrinqueros.

Jorge Batlle, dijo hace poco, en una disertación que circula por Internet, que Mujica es un gran destructor; y demostró brillantemente su tesis.

Pienso que Mujica no llega a ser un destructor; es un deconstruído.

Cuando mucho, extrae de entre sus ropas como una idea mustia la confiscación de la tierra, pero en todos sus actos, sin que medie mala intención ni grandeza.

Mujica degrada, degrada desde las palabras hasta su partido, al sistema, al país. ¿Cómo alguien puede poner en sus manos, nuestro futuro? El gobierno tiene la obligación de ser optimista. Señala un camino, infunde dignidad. Enaltece las instituciones.

En los turbios basurales de la deconstrucción se mezcla todo, restos de cumbia y de Tinelli, doctrina mal conservada, biblias y calefones, medios de producción en chatarra, piqueteros, descreídos, lenguaje carcelario, antifaces para cararrotas; y por sobre todo un desprecio interminable hacia el enemigo: los que piensan de otro modo.

Ese es el drama, aquí y ahora.

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(1) "Centro mundial de investigación para la paz", patrocinado por las Naciones Unidas.

(2) Maggi, Carlos, "Las leyes no pueden anularse", El País, 26/7/09

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