Una voz firme cuando todo un mundo parece haberse marchado. Esa voz, nacida en un pasado que casi se quedó sin espacio ni dimensión. Sin importar cuántos años, está presente y entonada al máximo. Manda, opina y cuestiona aumentando su presencia física, que ya es bastante. Calla, cuando sólo queda perdido el sonido entre los pensamientos intrincados, en los recovecos de sus días. Son momentos lúcidos y activos, que no comienzan nunca a dar lugar a la senectud total, que espera su turno al costado de un largo pasillo, mientras pasan las pequeñas y empedradas cuestiones de la vida.
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