Junto a los rosales de su madre, Alberto (nombre ficticio) cultiva más de diez tipos de variedades de marihuana diferente. Nada más abrir la puerta de su casa, en un pequeño pueblo de Andalucía, el olor a maría penetra intenso. A sus 22 años es todo un experto. La muerte de su padre y un accidente de tráfico hace varios años, que le dejó secuelas irreversibles, le sumieron en una gran depresión y comenzó a cultivar y a fumar. "Le relaja", dice su madre.
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