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Vincularse

Vincularse FACUNDO PONCE DE LEÓN para El País
Llamémosle Juan Pérez. Su circuito de gente es la familia, amigos de la infancia, de sus estudios y de su actual trabajo. Y conocidos, aquellas personas que conocemos pero que en realidad no conocemos. La mayor parte de la gente con la que uno trata en la vida son eso: conocidos. Juan está de vacaciones. Dos semanas. Está en un balneario. Descansa y piensa, dos tareas ideales para el verano. Imagina proyectos, cambios, posibilidades de hacer cosas, se le vienen ideas a la cabeza. Desde la silla en la playa Juan ve un conocido en la orilla. Trata de recordar su apellido, la última vez que lo vio, si era amigo de fulano o mengano, el rumor de que había roto con la pareja, etc. La mitad de las cosas no las recuerda bien. No sabe si ir a saludarlo. No es una cuestión de ser tímido o extrovertido; es pereza. Como se dice habitualmente, las vacaciones no son para hacer sociales sino para desenchufarse. Una verdad a medias donde lo más importante es la mitad que se omite. Juan está de buen humor y camina hacia la orilla con termo y mate. Aún no resolvió del todo si saludar pero sabe que si se cruzan las miradas saluda. Y se cruzan. Empiezan a charlar mientras el agua viene y se va de los pies. Cinco minutos de lugares comunes hasta que llegan las preguntas que trascienden lo social y hacen a la vinculación humana. Ese es el quid.
Vincularse no es hacer sociales ni es profundizar con el círculo de gente querida. Es algo que está en el medio de ambas actitudes y que caracteriza a las personas emprendedoras y a los países prósperos. Porque Juan Pérez podría ser Uruguay. Ojalá lo fuera. No lo es porque buena parte del Uruguay se hubiera quedado en la silla. Vincularse es trazar puentes, juntar un conocido con un amigo para que compartan una experiencia, lograr que un conocido pase a ser un cliente, o un socio, o un asesor de un tema laboral o afectivo. En algunos casos se volverá amigo y pasará a formar parte del círculo de gente querida. Pero no es necesario llegar a eso. La clave de la vinculación no es tener más amigos sino compartir vivencias que produzcan nuevas realidades. Es tan fácil decirlo como difícil hacerlo. Por timidez, por pereza, por la dificultad de trascender los lugares comunes en las charlas con conocidos, por la idea, tan uruguaya, de que no es necesario andar conociendo gente nueva. Por falta de imaginación, ya que vincularse no es sólo hablar de cosas interesantes sino la capacidad de imaginar que esa charla pueda generar algo nuevo en el mundo. En la orilla Juan se enteró de un proyecto fascinante. Lo vinculó con una cosa que le habían contado hacía poco en un cumpleaños. Imaginó la conexión y le pareció fantástica. A los quince minutos ya estaba de vuelta en la silla pero contento de haberse enterado de las buenas ideas de un conocido. No se necesita mucho más tiempo que ese. Así como uno puede pasarse un verano entero hablando de lugares comunes, en diez minutos se puede hacer una vinculación profunda en un evento social. Juan pensó en llamar por el celular al del cumpleaños a contarle lo vivido y la idea que tenía para reunir a los involucrados. No lo hizo porque estaba de vacaciones. El verano es la estación ideal para vincularse pero no para materializar lo vinculado. Eso queda para después, cuando viene la difícil tarea de hacer realidad todo lo que imaginamos durante el verano. Juan se fue a dar un baño mientras pensaba que cuando se reintegre al trabajo hará la reunión. Luego de la zambullida miró desde el mar la cantidad de gente que estaba en la playa y se preguntó cuántos "Juan Pérez" habría por ahí.

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