de libro "Historias Tupamaras"
autor del libro :
Leonardo Haberkorn
AVISO PREVIO : IMPORTANTE RELATO DE LA VOLADURA DEL BOWLING DE CARRASCO POR LOS TERRORISTAS DEL "MLN" TUPAMAROS EN SETIEMBRE DE 1970 ( NO HABIA DICTADURA), QUE LE COSTO EL SUFRIMIENTO DE POR VIDA A UNA SIMPLE TRABAJADORA QUE NO TENIA NADA QUE VER CON DICTADURA, POLICIAS NI MILITARES, ERA SIMPLEMENTE UNA TRABAJADORA.
En mi libro *Historias tupamaras* menciono el trágico atentado con bombas
contra el bowling de Carrasco, realizado por el MLN el 29 de setiembre de
1970.
Aquella violenta acción fue una de las más trágicas del Cacao, un plan
llevado adelante con el propósito de aterrorizar a la burguesía uruguaya.
Nada en el bowling salió como se había pensado, y dos de los integrantes del
comando tupamaro que atentó contra el local murieron en la acción,
sepultados por los escombros del bowling derruido.
A raíz de aquel fracaso, la dirección del MLN decidió que en adelante sus
bombas tendrían un mecanismo de retardo: así quienes las colocaran tendrían
tiempo para escapar. La tarea de hacer esos artefactos le fue ordenada a un
joven que hasta ese momento solo sabía fabricar equipos de audio. Ese joven
era Juan José Cabezas y cumplió con su misión hasta que una bomba le explotó
en sus manos, mutilándolo y dejándolo casi ciego. Cabezas cuenta su historia
en el libro.
Basándome en múltiples fuentes documentales y testimonios, escribí en
*Historias
tupamaras* que en el atentado al bowling también murió Hilaria Ibarra, la
cuidadora del local. El dato está consignado en libros y numerosos artículos
de prensa.
Sin embargo, el 27 de febrero en el diario *La República* y polemizando con
el diputado Daniel García Pintos, el senador Eleuterio Fernández Huidobro
declaró que la cuidadora del bowling no murió en aquel atentado. Sostuvo que
los militares incluyeron ese dato erróneo en su libro *La subversión* y
otros lo tomaron de allí.
Yo me preocupé de averiguar eso, se llamaba Hilaria, su segundo apellido
era Ibarra y fue lo que yo pude averiguar, quedó herida en esa operación,
estuvo internada en el Hospital Militar, cuando salió obtuvo un empleo
público y murió hace cinco años en el Museo Pedagógico donde se desempeñaba
como portera.
La declaración de Fernández Huidobro pasó desapercibida entre las noticias
de actualidad. Sin embargo, decidí intentar desentrañar el misterio.
¿Había muerto o no la cuidadora del bowling?
Visité el Museo Pedagógico, pero ningún funcionario recordaba a una empleada
llamada Hilaria. Hablé con una persona que ya lleva seis años en el museo:
nunca había oído hablar de una sobreviviente del atentado del bowling.
Los funcionarios del Museo Pedagógico me sugirieron que averiguara en una
dependencia administrativa de Primaria, de la cual ellos dependen. Allí me
atendió un hombre amable que me contó que su carrera administrativa se había
visto frenada durante la dictadura. No recordaba a ninguna Hilaria, pero me
anunció que hablaría con un compañero jubilado que sin dudas la recordaría.
?Lo felicito por ocuparse de estos temas, me dijo, me estrechó la mano y
prometió llamarme cuando supiera algo. Nunca llamó.
Fernandez Huidobro
Decidí revisar los diarios de la época en busca de una pista que permitiera
avanzar en la resolución del misterio.
Lo primero que descubrí fue que la cuidadora no se llamaba Hilaria Ibarra.
El diario *El País* la llamaba así en una de sus crónicas, pero en otras la
llamaba Hilaria Quirino, y éste último era su verdadero nombre. Tenía 48
años cuando explotó la bomba, decía el diario. No había muerto en la
explosión, pero había resultado herida de gravedad. El diario añadía un
detalle sorprendente: quien había rescatado a la pobre mujer de debajo de
los escombros había sido un joven llamado Gustavo Zerbino. ¿Era el mismo
muchacho que pocos años después sería uno de los héroes de la tragedia de los Andes?
Durante cuatro días, *El País* informó sobre la evolución del estado de
salud de Hilaria Quirino, aunque cada vez dedicándole un espacio menor. Fue
operada varias veces. Los médicos confiaban en que pudiera sobrevivir. Pero
luego otras noticias, otras acciones tupamaras, hicieron que la cuidadora
del bowling desapareciera de las páginas del diario. Revisé las ediciones de
los siguientes dos meses y no encontré una sola palabra más sobre Hilaria.
¿Había sobrevivido? ¿Había muerto en el hospital?
Necesitaba encontrar a alguien que la hubiera conocido. Sabiendo ahora su
nombre verdadero la misión fue más sencilla. Al fin di con la hija y el
yerno de la finada cuidadora del bowling.
Supe que Hilaria Quirino sufrió heridas terribles cuando explotó la bomba.
Quedó toda abierta, me dijo su yerno David Walter Cohen. Pasó ocho meses
internada en el hospital Militar. Nunca se recuperó ni física ni
mentalmente. Como mujer, le arruinaron la vida.
En esos ocho meses, Hilaria debió volver a aprender a caminar, porque no
podía. Dos veces creyó reconocer entre los enfermeros a integrantes del
comando tupamaro que había volado el bowling. Pensó que procuraban matarla.
Su hija, María Rita, tenía 15 años y con su madre internada no tenía de qué
vivir. No recuerda si fue en la prensa o hablando con los vecinos, pero ella
pidió que alguien le facilitara una máquina de tejer para así poder ganarse
la vida. Pocos días después un auto se detuvo frente a su casa y unos
jóvenes bajaron y, en forma furtiva y sin decir una palabra, le dejaron una
máquina de tejer. ¿A quién tengo que agradecerle?, preguntó ella. No
respondieron y se fueron rápido.
La pasamos muy mal. No somos rencorosos, pero tenemos memoria, me dijo
Cohen.
restos bowling
María Rita no quiso hablar mucho. Mi madre nunca se recuperó, sobre todo
mentalmente. Su cuerpo parecía un mapa de tantos injertos que tuvieron que
hacerle. A mí me costó mucho sobreponerme y ya no quiero hablar de eso. Yo
no soy quién para perdonar, es el de arriba el que tiene que perdonar?.
Hilaria Quirino hoy fallecida- nunca pudo volver a hacer un trabajo normal.
Por eso el Estado le dio un empleo público de mínima exigencia: portera del
Museo Pedagógico.
También llamé a Gustavo Zerbino. Efectivamente, quien rescató a Hilaria de
debajo de los escombros es el mismo Gustavo Zerbino de los Andes. El día que
los tupamaros volaron el bowling tenía 17 años. Vivía a una cuadra del
edificio, y cuando la explosión sacudió al barrio ?se rompieron todos los
vidrios, los pedazos del bowling llegaron hasta la rambla, a 300 metros-
salió a la calle y fue a ver qué había pasado.
El panorama que encontró era dantesco. Un edificio de tres pisos había
quedado reducido a nada, dos pisos enteros se habían desplomado sobre
quienes estaban allí. No había bomberos ni policías. Se escuchaban gritos.
Los restos del bowling se estaban incendiando.
Zerbino rescató de los escombros a seis personas, Hilaria fue la más
difícil.
Se estaba prendiendo fuego y me gritaba: sacame, sacame, recuerda
Zerbino.
Hilaria Quirino había quedado sepultada bajo el peso de una enorme columna.
Zerbino empleó toda su fuerza, pero aquellos bloques de concreto eran
imposibles de mover. El fuego lo abrazaba todo. Hilaria pedía ayuda,
horrorizada. Las lenguas de fuego ya estaban allí, recuerda Zerbino. No
había nadie para ayudar, yo no entendía cómo no llegaban los bomberos y la
policía. Tiré y tiré con todas mis fuerzas. Deben haber sido unos minutos,
pero me parecieron horas. Para sacarla de debajo de la columna tuve que
arrancarle prácticamente una pierna y desmembrarle la cadera. Recién ahí
salió. Fue lo más espantoso que hice en mi vida, fue horrible, pero al menos
salvó su vida.
Luego lo invitaron a visitar a Hilaria en el hospital. No fue. Le molestaba
el uso político que se le quería dar al asunto pero, sobre todo, no quería
ver a Hilaria. Para mí fue muy fuerte ver su cara desesperada pidiendo
ayuda. No resistía revivir el terror.
Fernández Huidobro tiene razón en algo. En un estricto sentido biológico,
Hilaria no murió en el bowling. Sin embargo, no parece que tenga demasiado
de que enorgullecerse, ni que reivindicar, respecto a aquella obra del MLN.
Yo corregiré el dato en la próxima edición de mi libro.
Eso puede corregirse.
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