En un
documento en la
web de Lacalle sobre la inserción internacional del Uruguay, para el caso de la región y del Mercosur en particular, establece en un punto claramente:
Sin perjuicio de nuestra participación en las NNUU, la OEA, la UNESCO y el muy alicaídos TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) en materia militar, y la ALADI, haremos especial referencia al MERCOSUR.
Esta organización plenamente vigente del enero de 1995, nació como un acuerdo exclusivamente económico y comercial. Basta leer el Tratado de Asunción para advertir que esa y solo esa fue la meta de los signatarios.
Lo que nos propusimos con nuestros vecinos fue adoptar las medidas necesarias para aumentar y facilitar el comercio regional en la creencia de que esa era la forma de acrecentar la prosperidad mediante la inversión y su consecuente aumento del empleo. No era una tarea fácil pues los intereses comerciales locales son muy fuertes, pero era la meta elegida.
Las instituciones que se establecieron tenían la finalidad de facilitar el comercio y de tener un ámbito jurisdiccional en el cual encontrar la solución de conflictos cuando los mismos no pudieran ser solucionados mediante negociaciones
Lamentablemente se siguió el camino de privilegiar un “MERCOSUR político”, carente de base jurídica y contraindicado en cuanto a instrumentar mejor los fines reales de la organización vigente.
Son particularmente graves para el interés nacional las iniciativas de creación del Parlamento del MERCOSUR y la incorporación de socios políticos.
Respecto de la primera iniciativa digamos que es contraria a nuestro ya desarrollado concepto de independencia nacional. El Uruguay no puede ni debe ceder un milímetro de soberanía. Por otra parte no puede cederse nada en esta materia sin previa reforma de la Constitución.
Sigue con el caso venezolano:
Somos contrarios, como se ha dicho a la presencia de socios políticos en el MERCOSUR, sea quien sea el país. La organización que iniciamos en 1991 no es de carácter político.
Con Venezuela, que ha manifestado interés en asociarse comercialmente, que se cumplan los requisitos necesarios y, si conviene, que sea socio para vender y comprar con facilidad y provecho para todos.
Nos oponemos y opondremos a que sea socio político, por lo antedicho y por las peculiaridades del Presidente Chávez. Este mandatario, elegido para gobernar su país, se ha convertido en un personaje muy peculiar de la escena mundial. No compartimos su visión del mundo, del continente. Creemos que su estilo es antiguo y peligroso. Su costumbre de intervenir en los asuntos electorales de los países del continente es una forma de intervención en los asuntos de los demás países que no toleraremos.
Si nos opusimos a los EEUU y a Cuba porque se entrometían en la vida
domestica de cada uno de los países, también nos opondremos a la política del Pte Chávez en esa materia.
Para el resto del mundo:
No es bueno ni conveniente estar atados solamente al entorno inmediato en ningún aspecto.
Nuestra descripción sintética de la política exterior nacional es: clientes de todos, amigos de muchos, aliados de algunos, parecidos a unos pocos, pero iguales a ninguno.
Asia, la Unión Europea, América del Norte deben ser objetivos de igual importancia a los de la región. De hecho, el NAFTA es el principal mercado de nuestra producción.
La discusión del TLC se relaciona con esta estrategia. Lamentablemente la disputa interna del gobierno acerca de este tema puede hacer perder la oportunidad de considerarlo en su
contenido. No es conducente hablar de TLC sí o TLC no. Hay que preguntarse por algo más que el nombre, indagar qué contenido puede tener semejante instrumento comercial y, en función de que nos convenga, suscribirlo o no. Ni la negativa a priori por denotar estrechez mental, ni aceptarlo antes de negociarlo que denota una frivolidad inaceptable.
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