sábado

mi lado 'zen' *

Cosas como la procrastinación (procrastination -video-) y lo que supone el estar rodeado y sumergido por múltiples opciones en múltiples áreas, me muestran parte del problema. Son, digamos, algo a medio camino entre la causa y la consecuencia; lo que se llamaría un síntoma, una prueba, un efecto colateral… de algo. Ese es el punto. En dónde está ese algo que es la causa. Qué es ese algo, y si es en realidad la base del resto. Las consecuencias se pueden imaginar; ya vendrán antes de que me de cuenta.
Saltar de un momento a otro, de una actividad a otra, por nimias que sean, por distractivas y atractivas que parezcan, supondría algo normal. En el sentido de que muchísima gente, en algún momento de su vida sabe que se quedó haciendo alguna pavada en lugar de atender lo importante del momento. Eso es la procrastinación. Es el retrasar algo relevante por anteponer la inmediata satisfacción de hacer algo ‘no productivo’. Barrer, cortarse las uñas, limpiar, hacerse un té…etc., etc., todo para posponer una tarea o aburrida, tediosa o estresante. Indefinidamente o ‘hasta nuevo aviso’ como dicen.
La multiplicidad de opciones es otra cosa. Procrastinar puede que no necesite de una gran cantidad de opciones propiamente dichas, sino de simples elementos. Las cosas que le sirven surgen todo el tiempo de la realidad misma. Pero el tener puertas en cantidad, caminos en cantidad, abundancia de metas y multiplicidad de escalas de valores, es un panorama más complejo. Todo ese crisol de variantes, reconocidas y aceptadas, unas más, otras menos, pero permitidas o en vías de serlo… Qué voy a estudiar, cuándo, tener o no tener hijos, casarse o no, irse a vivir sólo o no, tomar alcohol o no… etc., etc., etc. La permisividad total de la multiplicidad, frente a las imposiciones dogmáticas. Es un panorama grato para la ansiedad en muchas maneras. Para pensar y para evadirse a la vez. Todo está a disposición de ser elegido. Los marcos en los que uno puede optar por entrar o no. Altas expectativas por doquier que rebajan el precio a la temeridad de la persona. Todo se te presenta. Ahí está y se puede tomar, aunque sea potencialmente.
Entonces, estas cosas se retroalimentan. Pero no emergen espontáneamente, sino que derivan de alguna ‘debilidad’ personal. O sea, el caer en la procrastinación excesiva y el marearse con la multiplicidad de opciones puede deberse a un problema anterior; algo a solucionar para dejar de caer en esa indecisión y en la evasión.
Podría ser que sólo fuera un momento, ese de estar evadiendo lo importante y pasmado frente a cantidad de opciones. La parálisis sucede. Es cierto. Uno se mueve, va, viene, etc., pero está paralizado en el fondo. Cuando se deja de ser en cierto sentido una ‘fuerza independiente’, para pasar a formar parte del aire y dejarse llevar…
Sin embargo, ciertamente la respuesta sigue dentro de cualquiera de nosotros. Uno es el único que se puede escuchar a sí mismo. El tema es silenciar el ambiente para poder hacerlo lo mejor posible. En lo recóndito de lo que sabemos que somos, se escuchan nuestras necesidades. Los deseos, los sueños, los miedos, y mucho más. Pero eso es el fondo del mar que desde la superficie no se ve; hay que bajar. Y no es fácil. No acostumbramos ir para nada y hace mucho que subimos para quedarnos "cómodos". Allá abajo no tenemos tanta luz como para saber exactamente hacia dónde vamos. En parte, nos olvidamos de lo que sentíamos al principio de nuestras vidas, como seres racionales y sentimentales, por lo que nos cuesta reconocernos allá en ‘nuestro fondo del ser’. Es la base. Arriba, en las corrientes y en las olas, allí están las preocupaciones diarias y los vaivenes de nuestro ánimo, de los que no vemos claramente el lecho de sus causas.
El empezar ese viaje submarino por entre lo que realmente anhelamos, el eco interior, puede no alcanzar. Y hasta puede confundir más todavía. Porque lo que necesitamos es tener una buena interpretación de eso que se siente en el fondo para poder navegar bien en la superficie después. Es en esa incomunicación que nos abandonamos a una especie de ‘deriva estática’ del ser, esa parálisis del ánimo como fuerza independiente. Es cuando somos duchos en el saber sobre nuestras profundidades, cuando realmente podemos hacer uso pleno de todas nuestras capacidades para dirigirnos en una dirección y objetivo. Así no se cae en abstracciones del vivir; en distracciones e indecisiones perpetuas. Esa es la navegación perfecta, por lo que a cada uno le corresponde, a su nave, por lo que no se maneja el entorno completamente. Pero no es lo mismo que andar ciegamente por un mar del que no sabemos nada y con sus imprevistos, simplemente con mezclas de interpretaciones propias y ajenas, mapas propios y extraños.
Sólo el conocernos lo más plenamente posible es la mejor manera de afrontar la abundancia de caminos y opciones que se nos presentan en la vida. No escucharnos nos confunde. Nos hace víctimas de la contradicción permanente entre el afuera, lo que hay cerca de alguna manera, y el interior, que permanece lejano y desconocido, provocando la infelicidad. Lo que nos dicen que hay que ser y lo que sentimos que somos. Lo que tenemos y lo que realmente queremos. Ese conocimiento de la contradicción y a la vez de las posibles opciones, de la distancia que pueda haber entre uno y esas opciones, nos hace individuos más conscientes en ese y en muchos otros aspectos. Y aunque es eso lo que nos paraliza muchas veces, debería ser el impulso de la propia curiosidad natural a niveles nuevos. La curiosidad es el combustible de la nave y el rumbo lo da el mapa de nuestro interior.
* con el perdón de todos aquellos que sepan que Zen es el nombre de una tradición milenaria que no se merece que sea usada banalmente todo el tiempo... ;)

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